sábado, septiembre 30, 2006

UNA DE TIANGUIS

En momentos como este es cuando me pregunto cómo es que funciona el mundo…

Que pacho mis estimados, seis meses me he desaparecido de este ficticio submundo, pero como ya agarre vuelo en la escuela y al parecer ahora si termino mis materias este semestre, pues ya estoy de regreso por acá tambien, ademas de que le dije a andreita que ya iba a postear y si no lo hago me madrea.

Los dejo con una historia de tianguis por el momento, y diganme a quien no le ha pasado.

(Esta algo largo el choro, pero despues de seis meses que esperaban)

Mi camino hacia el tianguis esta revuelto de personajes extraños y llenos de historias desconocidas; desde la familia completa encaminándose al festín dominical (justo cuando el hombre de la casa recibe su honroso pago) hasta el vagabundo desconocido tan familiar para el escenario o los grupos de niños jugando futbol (vigilados por los mayores que toman cerveza a la sombra de alguna marquesina).

Los camiones viejos y malolientes a orines marcan el inicio del mercado ambulante, el puesto de tacos de tripas sucias me da la bienvenida con su característico olor acedo y penetrante. Unos pasos más me adentran en el remolino de gente errante y pausada; la mayoría ataviada para la ocasión, claro. Últimamente me he dado cuenta de que el hecho de salir de compras al tianguis se ha convertido en mucho más que sólo surtir la despensa, o darse el capricho de comer fuera, se ha convertido en todo un ritual de convivencia social.

Las mujeres jóvenes se bañan y maquillan para tal acto; cambiando el aroma del lugar cuando se cruzan por los reducidos pasillos, y en mi recorrido, como siempre, me encuentro con varios especímenes atractivos. Es en esos instantes que se olvida la sensación de estar rodeado completamente por gente desconocida, el calor de los plásticos encima de la cabeza, las caras rojas de los vendedores; gritando los precios de oferta sin ton ni son, la mujer ofreciendo la muestra gratis a la güera “para que pruebe la calidad del producto”, las caras malhumoradas de los esposos cargando bolsas desparramadas de vegetales y frutas; los niños arrastrados por el brazo ensuciando a todo aquel que esté al alcance de su paleta.

Todo eso se olvida en cuanto el cuerpo de una mujer hermosa se restriega contra el tuyo, dejando sentir su figura y su aroma se impregna en tu ropa, la sensación se vuelve inolvidable cuando al terminar los dos segundos de contacto, su mirada se encuentra con la tuya acompañada de una sonrisa. Eso hace que todo el viaje valga la pena, pero no es lo más memorable de mi historia.

Sé que algunos pasos adelante, el encuentro será con un hombre pestilente o una mujer rellena hasta los codos de sudor; estoy de vuelta en el murmullo general y los pasos pausados y atentos a los puestos para no pisarlos.

Nunca me había detenido a las orillas del sobrerruedas solamente para ver pasar a la gente, pero por algunos momentos me detuve en el camino para contemplar el escenario completo de lo que estaba sucediendo, la majestuosidad que tenía ante mi era abrumadora. Tres bellezas de cantina deteniendo el tráfico ante su camino. Su contoneo exagerado y mal olor ayudaban, pero su principal atractivo era la coquetería, lanzaban besos a medio mundo sacudiendo la lengua entre sus dedos y amenazando con tocar la entrepierna de los hombres. La gente no hace más que taparse la nariz, de la manera más discreta, cuando las tenían al lado o cambiar de pasillo si era posible.

Era una cosa de fotografía, la mujer más ventruda no tiene los dientes delanteros y tiene manchas, de lo que creo eran orines, por todo el pantalón; otra tiene muy buen cuerpo tengo que reconocerlo, pero parece tener algún tipo de retraso, lo digo porque no se veía del todo normal de sus facciones o tal vez su apariencia se debía a la mona que sólo retiraba de su boca para reírse escandalosamente. Su atractivo era avanzar a tumbos entre la gente y restregarse contra ellas, por momentos parecía que nadaba entre los incautos que no pudieron alejarse a tiempo. La más vieja no disimula su intento por atracar al primer descuidado que tuviera a su alcance, usa varios tatuajes malhechos que muestra con orgullo, y un desarmador en la bolsa trasera del pantalón, era quien dirigía el grupo caminando con autoridad y gritando obscenidades que se le ocurrían al momento, todo dependía de quien tuviera frente a ella.

Parecían sacadas de una película de cabareteras de los ochenta. No les retiré la vista hasta que las perdí por completo. El comentario era generalizado y quien lo vio a la distancia no pudo evitar burlarse de los desafortunados que las tuvieron al lado.

Me pregunté que sería de ellas fuera de ese lugar, cómo se comportaría la misma gente si las encontrara en otro lugar, si tendrían nombre o que podrían contarle a alguien que quisiera escucharlas, supongo que nunca lo sabré porque tengo que continuar con mis respectivos asuntos domingueros.

Después de esa experiencia mi día estuvo más que completo, el murmullo volvió a la normalidad tres pasillos adelante y yo salí del tianguis con mis debidas compras semanales. Regresé a mi casa apreciando más la suerte que tengo por poder apreciar lo que sólo un tianguis te puede dar cada fin semana: olores, miradas y sin fin de sensaciones, pero sobre todo, historias para contar.

4 comentarios:

Diana dijo...

Nacho, sólo puedo decir que te había subestimado. Ah! y no te hagas menso con lo del meme.

faithless dragon-boy dijo...

pues si esta algo largo pero chido, que bueno verlo por aca....

-nutrb-

Eyesky dijo...

Orale... con las chicas... Que bueno que estés de regreso... se te extraña. Besos

Diana dijo...

Allí voy de nuevo pero... ya postea algo, no dejes tu blog abandonado.

-fuicqcsy-

Tu verificación de palabra me insultó.